lunes, 28 de junio de 2010

Eclesiastés, Tiempo.

Entró al cuarto,
secó mis lágrimas;
Sin dudarlo,
pronunció firmemente;
"Todo tiene su tiempo,
y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer,
y tiempo de morir;
tiempo de plantar,
y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de matar,
y tiempo de curar;
tiempo de destruir,
y tiempo de edificar;
tiempo de llorar,
y tiempo de reir;
tiempo de endechar,
y tiempo de bailar;
tiempo de esparcir piedras,
y tiempo de juntar piedras;
tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
tiempo de buscar,
y tiempo de perder;
tiempo de guardar,
y tiempo de desechar;
tiempo de romper,
y tiempo de coser;
tiempo de callar,
y tiempo de hablar;
tiempo de amar,
y tiempo de aborrecer;
tiempo de guerra,
y tiempo de paz."

Para al final decir;
Eclesiastés, el tercero.
El silencio llenó mi mente.

(Eclesiastés cap 3)

miércoles, 23 de junio de 2010

Andrógino, Campo.

Habían caminado entre los maizales por una hora, tratando de no mirarse, pretendiendo que no compartían espacio, que no se estaban siguiendo. Se conocían desde la infancia pero la vida les fue separando poco a poco. Y era ese día en el sembradío, el que les separaría de por vida. Cuando terminara el maizal habían jurado nunca mas verse.

Quedaban uno metros.

Y al ver el final inminente miró al cielo.

Y sin decir su nombre sólo dijo:

"Campo mira como te amo, Campo"

La duda siempre quedó en su mente.

¿Acaso se refería al hermoso maizal?

¿O a su segundo apellido?

Triste la historia.

Triste el recuerdo.

Terrible la duda.

martes, 15 de junio de 2010

Siniestro, el cementerio.

Un buen día para ir al cementerio pensó Miranda al ver el montón de puestos con flores de todo tipo: rosas, gardenias, lirios pero para esta ocasión Miranda elegiría cempasuchil, para recordarle a su difunta Abuela que si, efectivamente estaba muerta y muerta debería de seguir.
Durante todo el camino al pabellón 4, la pequeña Miranda de apenas 7 años estuvo pensando en que le diría a su abuela al llegar a su tumba. Todavía se lo pregunta ¿Cómo es que una mujer que se deslindo de su madre apenas cuando esta aprendió a caminar fue capaz de adjudicarse cada uno de los triunfos de su sufrida madre? ¿Cómo era posible que su abuela contara a cualquier persona el trágico accidente del primer beso de su madre, después de unas copas el vomito fue inevitable?¿Cómo era posible que sin pena dejara a su pequeña olvidada a hasta las 4 de la tarde en la escuela, cuando salía a la 1, y todavía tenía el descaro de enojarse por que la niña de 6 años no se podía ir caminado a su casa?

Pero las preguntas iban mas allá de la relación Madre/hija sino también de su relación Desgraciada/Vida...¿Cómo es que su Abuela vivió tanto tiempo? Entre los vecinos de su departamento había una larga fila de sospechosos por su muerte. Por desgracia ninguno tuvo el gusto de hacerlo. El que lo tuvo fue el "canceroso", si un camionero medio atrabancado que cuando Doña Dolores salió de la tienda de abarrotes, después de adjudicarle a la cajera de 10 años con el adjetivo de furcia, tuvo la osadía de darse en reversa y provocarle un infarto del susto. Doña Dolores era una de esas mujeres anticuadas, mochas y doble moralinas que se creían con derecho a criticar a todos, entre ellos a su hija. La pregunta clave para Miranda era ¿De qué tamaño era la lista de ofendidos por Doña Dolores?

Caminado ya por el pasillo 8 del pabellón a tan solo unos metros de la tumba de su abuela, Miranda se preguntaba ¿Cómo es que sigue viniendo al panteón cada "Día de los santos difuntos"a dejarle flores con olor a muerto a una mujer que de santa no tenía nada? ¿Era acaso tradición obligada, convicción o simplemente miedo a que le jalen los pies en la noche?

Al llegar a la tumba apenas y se podía ver el día del deceso, hace 8 años que murió su abuela y si, efectivamente, Miranda nunca tuvo el disgusto de conocerla. Pero aún así las historias sobre ella le eran suficientes. Dejando el ramo en uno de los floreros desechos Miranda suspiro y le pidió a Dios que perdonara a su abuela por ser una maldita Pero su concentración se interrumpió por el grito de su madre "Miranda carajo, esa no es la tumba de tu abuela."